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A la deriva

Ezequiel Martinez Wagner

16 de abr de 2022

Cometer un error. Cuento publicado en Revista Ají.

A la deriva

Me mirás y me empieza a entrar el agua. Desvío la mirada, duele, no la merezco. Siento tu dedo en mi mentón. Me hacés observarte. Me desarmo. Se me cae el mundo.

Me sonreís. Me acariciás. En una guerra desigual me decís que está todo bien. Te pido perdón y no te miro. Me da miedo que pienses que me estoy haciendo el pobrecito. Me buscás de nuevo. Con los ojos me decís que me seguís queriendo, pero no te creo. No por mentirosa, sino porque no me parece posible.

Me agarrás de las manos. No me soltás. Sabés que si me soltás, me hundo.

Me hablás atrás de la oreja. Me hormiguea la panza, se me sube un nudo a la garganta, los ojos se me astillan. Me zarandeo al vaivén de tu abrazo, soy esa balsa quebradiza que se sacude por la marea contra el muelle. Las velas restallan contra el viento, las maderas crujen, el corazón se incendia, tu piel, tus labios, la clemencia enmarcada en un beso.

Nos dejamos caer sobre el colchón. Sé que no merezco nada de todo esto, sé que no te merezco, pero vos me querés convencer de que juntos somos más. No lo decís, pero lo llevás tatuado. Las yemas de tus dedos lo dicen, tus gemidos lo cantan, tus piernas lo bailan.


Sin darme cuenta, me olvido. No cambié de opinión, pero dejo de pensar en eso. Tu cuerpo vasto es un océano que me inunda los pulmones, tus manos sinuosas son olas que acarician esa orilla que hace tiempo veranea sola. Tu boca es una constelación alumbrando mi naufragio, envolviéndome, perdiéndome en lo infinito de tu ser, pero guiándome a la vez, marcándome el camino, desatando la tormenta, relampagueando en la fricción, con un volcán profundo que entra en erupción, y el maremoto consecuente que despedaza la balsa.

Caigo al agua y me derrito. Nado pero me desintegro. Mis manos de sal se disuelven. Me vuelvo mar. Nos volvemos uno.

Y de pronto, la calma.

El alba se insinúa en el horizonte. Las gaviotas graznan a un cielo quieto y salado. Se oyen las olas diminutas rompiendo en la escollera. Y entiendo, por primera vez, lo que significa ser perdonado.


Ezequiel Martinez Wagner

Registrado en la DNDA, Julio 2022


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